Conociendo el lugar [Samantha]

Llegué a mi nueva habitación algo despistada. La verdad era que no sabía cómo había sido capaz de llegar hasta alllí, sólo estaba convencida de que aquella era la habitación que se me había asignado. O eso esperaba, porque no pensaba volver a perderme por aquel laberinto de pasillos que constituía la academia.

Dejé mi mochila sobre una de las camas y la maleta rosa junto a ella. Me moría de ganas de empezar a decorarlo todo. Era mi parte favorita de llegar a sitios nuevos. Poder plasmar mi personalidad en una nueva habitación, estaba dispuesta a dejar marca allí donde fuese. Y la academia no sería una excepción...

Claro que iba a tener que hacer un esfuerzo bastante grande con aquel lugar. Era oscuro, apagado... poco tenía que ver con Mundopony. Allí todo era luminoso, rosa, azul, amarillo, de colores brillantes que me animaban a levantarme cada día. Objetos de purpurina, ponys paseando por los pasillos... Un paraíso al que estaba segura que volvería.

Suspirando, abrí las cortinas. Las cambiaría, me negaba a que fuesen de aquel blanquecino tono. Necesitaba un sitio animado para vivir.

Tarareando una canción, abrí mi bolso y empecé a dejar mis peluches sobre mi cama. Uno a uno, bien ordenados, mirando fijamente a la puerta. Una pequeña tradición más que no pensaba dejar de lado.

-¿Qué tal el viaje, pequeñines?-les pregunté.

Sus ojos me respondieron que había estado divertido.

Porfin llegué a mi habitación. ¡Esta academia es enorme! me había perdido 3 veces antes de conseguir hallar el camino correcto para mi residencia y, por lo tanto, para mi habitación.
Por lo visto, iba a compartir habitación con una tal Mia Haloway, que venía de... ¿otro país? ¿otro mundo? No lo sabía a ciencia cierta, solo esperaba que no fuera una de las pijas insoportables que había conocido en algunas casas de acogida. Dios lo quisiese, sino, me iba a hartar tan rápido que la pobre pediría cambiar de compañera en menos de un día. Sonreí al imaginarmelo. Abrí la puerta. Había una chica rubia colocando unos peluches en su cama. ¿Sería normal o sería una tonta?
—Hola, soy Samantha, tu compañera de cuarto —saludé sin mucho entusiasmo.
Fui a mi cama y deje la maleta al lado, luego me acerqué a la ventana y observé el exterior.

Me volví de golpe hacia la chica que acababa de saludarme. Parecía seria. Normal, con ese lugar tan asqueroso, ¿quién no iba a estar desanimado? Desde luego que el director tenía un gusto terrible, bien le hubiese venido una visita de varias semanas a Mundopony.

-¡Buenos días! Yo soy Mía.- respondí con entusiasmo, colocando a mi peluche predilecto, el Monstruo de las Galletas, sobre mi almohada.- ¡Qué bien que seamos compañeras!

La analicé mientras dejaba sus cosas sobre su cama. Con un par de días a mi lado estaba segura de que cambiaría de actitud. Aunque claro... no terminaba de comprender por qué no demostraba ningún entusiasmo. Era un nuevo sitio, volver a empezar de cero... ¿Cómo se podía estar tan seria?

-¿Quieres galletas?- pregunté, sacando de mi bolso las últimas provisiones de galletas de unicornio que me había traído de mi anterior residencia.

Me ofreció galletas. Unas de unicornio. La miré con cara rara. ¿De dónde venía esta niñata? Enfin... no me parecía la típica niña pija, aunque tenía algo de eso, parecía especial. No sé porqué pero me caía bien. Sonreí.
—Gracias —cogí una galleta y la comí. Estaba deliciosa—. Están muy buenas.
Por primera vez, sonreí verdaderamente. No entendía porque esta chica me hacía sonreir sin algún motivo. Sabía de gente que tenía ese don de alegrar a cualquiera, pero nunca había conocido a alguno.
—Dime, ¿de dónde eres?
Tenía bastante curiosidad, cosa rara en mi, pero bueno...