Paseo [ Libre]

Había decidido regresar a Irlanda tan solo por unos días; viajar por el lugar sin tener que estar acompañada de su familia. Quería divertirse, conocer lugares, conocer gente; hacer cosas que una chica de su edad debía hacer. Pero tampoco era fácil quitarse malas costumbres. Sonrió contra la bufanda, jugando con una pequeña flama que crecía de entre sus manos, calentándolas pero nunca quemándola.
El cabello pelirrojo caía en rizos por su espalda, cubriendo la chaqueta negra. Un pantalón de mezclilla, botas altas oscuras y una bufanda blanca conformaban su atuendo. Su piel blanca parecía nieve misma entre los colores de su vestimenta.
La flama desapareció en lo que ella caminaba hacia uno de los parques de la ciudad, caminando a paso vivo pero tranquilo, sonriéndole a la gente que se fijaba en ella. Pese a que muchos eran hombres, y sus miradas no eran nada agradables, debía mantenerse amable con los demás. Fue entonces cuando vio un parque para niños; con sus columpios y bancas, con los arboles en un estado que indicaba claramente la estación del año y con los gritos de los infantes como muestra de su alegría.
Morgan se echo a reír, sentándose en uno de los columpios más alejados de la gente, observándolos con alegría, balanceándose suavemente. No quería ir todavía al hotel, quería pasear por la ciudad. Disfrutar. Echo la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos mientras tomaba impulso con las piernas. El viento que producía el columpio cortaba sus mejillas, haciendo temblar por pequeños instantes. Era una tarde fresca, ni fría ni calurosa. Realmente agradable.
Y en un momento en que abrió sus ojos grises, se fijo en alguien que caminaba por el parque. Alguien ajeno a los niños y a los padres de familia que los cuidaban. Sintió curiosidad. Ladeo la cabeza un instante, posando la mirada en esa persona. Era extraño ver a alguien que ni estaba con niños, ni se divertía en los juegos. Espero. Quizás, con suerte, esa persona le hiciera plática si se daba cuenta de su presencia. - A esperar- susurro con una sonrisa.

Una mirada inquisitiva, un momento de titubeo antes de su pregunta. Una vocecita en su cabeza comento con un tono ligeramente burlón un “encantador”. Poca gente hoy en día preguntaba algo como aquello. Con una sonrisa se encogió de hombros. –Adelante- respondió alegremente. Mirándolo de reojo volvió a balancearse, esta vez con más lentitud. –Soy Morgan Barlow, un placer- añadió sin perder la sonrisa, haciendo un ligero ademan con la cabeza como saludo.
Barlow. ¡Diablos! ¿Cómo se le ocurría decir su apellido en Irlanda? Era algo… tonto. Demasiado si quería especificar. Aun recordaba los días en que salía con su padre y la prensa los acorralaba. Eso era lo malo de tener familia con cierta reputación. –Pero ¡sh!- le guiño un ojo –no digas mi nombre completo- pidió con un gesto de entre ruego y diversión.
Por el momento, parecía que nadie la había escuchado. Mucho mejor. -¿y tú eres?- pregunto con curiosidad, deteniendo con los pies al columpio. Se inclino ligeramente, haciendo que mechones de cabello cayeran a un costado de su rostro, fijando los ojos grises en los ajenos. Le sonrio.
Un instante después volvía a jugar en el columpio, mirando a los niños correr por el parque. Nunca le habían gustado. Probablemente por la forma en que su hermana había influido en ello, pero eso realmente era lo de menos. Quería divertirse, no lamentarse con todos los problemas familiares que perseguían a su familia; desde la prensa, gracias a su padre, hasta los estudios de la menor de los Barlow. Suspiro para sí.

Al escuchar su repuesta, Morgan ríe. En primer lugar porque no había hecho una tontería, en segundo porque su “es tan obvio” sonaba muy bien. Sonaba… maravilloso, con estilo propio. Rio aun mas por sus propios pensamientos, arqueando las cejas para luego asentir. –Anda, vamos- con un ademan le indico que caminaran hacia la mesa que Neftali había señalado antes.
Se sentó en ella, con la espalda viendo hacía la puerta siendo el chico quien estaría con la espalda hacia la pared. Se deshizo de la bufanda blanca, dejándola sobre sus piernas mientras bajaba el cierre de la chamarra pero sin quitársela para dejar a la vista una blusa de manga larga y cuello alto de un tono gris. –mucho mejor aquí- comento con una sonrisa, mirándolo después a los ojos. El bullicio de la gente, el fluido irlandés, el olor de buena comida y el calor del local la hacían sentir en casa. Como si nunca se hubiera ido de ese lugar. –Esperaremos al camarero- comento, mirando por sobre su hombro al joven que en ese momento se apuraba por entre las mesas. Rio entre dientes.
-no eres de aquí- afirmo sin perder la sonrisa. Era obvio. Tan obvio. Volvió a reír. -¿de dónde?- pregunto con curiosidad, jugueteando con el borde de las mangas de su chamarra.

Su respuesta la deja atónita. ¿México? ¿Qué hacia entonces ahí? Eso mismo le pregunto sin poder ocultar el shock que le había producido aquella respuesta. – ¿Por qué estás aquí? Es decir… México está al otro lado del mundo; hay tan pocas probabilidades de encontrar a un latino en Irlanda- comento aunque sus últimas palabras sonaron dudosas. En realidad no sabía cuántas probabilidades había pero seguramente eran muy, pero muy pocas.
Miro al mesero y luego a su acompañante. Se sonríe cuando escucha su pedido. Excelente elección. Muy dulce. –Pediré lo mismo y un muffin de chocolate, por favor- le sonrió al joven tras su asentimiento y una sonrisa cordial que les dedico a ambos. Pese a su apariencia esbelta, era una adicta a las cosas dulces y altas en calorías. Eran su único vicio y haría cualquier cosa por algo dulce en un arrebato de antojos.
Espero a que este se retirara para seguir. -¿entonces? ¿Qué haces tan lejos de casa?- inquirió. –Bueno, solo si puedes decírmelo- le sonrió, esperando que no la tomara como una indiscreta. Si era algo personal, lo entendería muy bien.

Sonríe divertida al escuchar nuevamente su pedido. Pese a lo delicioso que era la nuez, no había nada como el chocolate. Ladea la cabeza ligeramente al sentir su mirada sobre ella, manteniendo el contacto visual entre ambos. Luego vuelve a sonreír. –Has venido a un lugar perfecto- asiente, recargando el mentón en el dorso de la mano y el codo en la mesa. –Bueno, si quieres ir de pub en pub; si lo haces, toma la Guinness.- se echo a reír, para luego negar. –No, realmente Irlanda es magnífica, tiene cosas que valen la pena- asintió, entre orgullosa y divertida.
Agradeció en irlandés al mesero cuando este trajo sus pedidos, sonriéndole con amabilidad para volverse un momento después hacia Neftali. –Es extraño que un hombre pida un frapuccino- comento para luego añadir. –Pero también significa que tiene buen gusto- sonrió aun mas.
Le agradaba. Pese a que no lo conocía de nada, y tan solo sabia su nombre y su país natal, le agradaba. No parecía como el resto de los chicos; sino diferente. Diferente de una forma interesante. La clase de persona que sabes que puede convertirse con facilidad en un amigo.

Asintió, conforme. –eso está bien. El alcohol destruye.- pese a que ella misma era de salir mucho a fiestas, tampoco las bebidas alcohólicas eran su gran amor. El sabor le desagradaba en cierto punto.
Ante su sinceridad se echo a reír, fluido, continuo e imparable. Rio hasta que las lágrimas mojaron sus pestañas mientras se aferraba a su abdomen. Entre lapsos de risas, logro decirle un risueño. –Me hubieras dicho- comento con una sonrisa, limpiándose los ojos con el dorso de la mano.
Luego, al escuchar su pregunta asintió, jugando con un mechón de cabello. Un rojo intenso que la hacía ver más blanca. –Sí, de Galway, al oeste- afirmo con una sonrisa. –Aunque no vivo aquí- añadió. –Tengo problemas con mi familia por lo que… no me llevo muy bien con ellos- musito, pensativa.
Cada pensaba que pensaba en ello, llegaba a la misma conclusión. Antes hubiera creído imposible que una relación tan buena como la que tenían se acabara de esa forma, tan rápido e impredecible… quedaban cenizas. Cenizas de un fuego que arraso con todo, de la forma más literal posible.
Tras unos instantes más, sus labios recuperaron la sonrisa mientras se inclinaba hacia Neftali. –Galway es una zona que tiene mucha relación con España; por los comerciantes y por sus pescadores- volvió a su posición original, cruzando los brazos bajo el pecho. Ladeo la cabeza y sonrió, frotando ligeramente su mano contra su brazo. Podía sentir muy tenuemente el calor de su propia piel contra la chamarra.