Cuervos [LIBRE]

Irlanda.

El acento, la humedad, los pelirrojos y esa extraña afición por las bebidas alcoholicas. En especial, la cerveza. Era un sitio curioso que había despertado mi interes desde niña. No terminaba de comprender cómo en un continente tan pequeño llegaba a haber tantas culturas distintas. Comparar a un italiano como un irlandes era una completa locura.

Había estado caminando por las calles de Dublín durante horas, soportando la caida de la pesada lluvia contra mi abrigo, intentando que mi pelo marrón no se mojase demasiado gracias a la capucha de mi sudadera. Hacía frío, prácticamente estaba tiritando, pero aquello no me molestaba. Acababa de llegar a una nueva ciudad y tenía claro qué era lo primero que debía hacer: conocer un buen bar.

Aquella taberna no era lo que había esperado. No solía estar acostumbrada a cosas elegantes, pero el local estaba tan sumamente sucio y descuidado que me había dejado sin palabras. Los hombres se gritaban, la cerveza estaba derramada por todos lados y las poco educadas mujeres cotilleaban y gritaban entre risas al fondo de la estancia. Era como haber retrocedido al siglo dieciocho. Sin medidas de higiene.

Quitándome la capucha, me acerqué hasta una de las mesas vacías y tomé asiento, dándome unos segundos para contemplar a la clientela. Nadie llamaba especialmente mi atención. Personas normales. Burdos seres que poco tenían que ver conmigo.

Definitivamente, Dublín sería una ciudad muy aburrida si no encontraba a alguien a mi nivel entre aquella panda de zoquetes.

Esperando a que el camarero se decidiese a atenderme, me quité el abrigo y apoyé los brazos contra la pegajosa mesa de madera. Alguien subió la música.

Irlanda...

Una voz junto a mí hizo que me olvidase de lo que estaba pensando. La ausencia de aquel acento irlandés tan característico en los lugareños, me alertó de que se trataba de otro extranjero y suspiré. Odiaba que fuese verdad eso de que el mundo era un pañuelo. Levanté la mirada hacia el chico que me había hablado. Sí, me sonaba. Aunque jamás lo hubiese relacionado con Black Fire de no haber sido por su presentación.

Me había jurado a mí misma en un millar de ocasiones que empezaría a prestar más atención a mis compañeros, en especial a aquellos que pertenecían a mi residencia, pero no lo había conseguido. Crear interés de donde no lo había era una misión imposible.

-Somos una plaga.- comenté, esbozando una sonrisa ante su primer comentario.

Medité unos segundos cómo responder a su pregunta. No había ninguna razón especial por la que estuviese allí, en mitad de otro país, perdida en una de las peores tabernas de la zona. Claro que no se lo iba a creer. Si alguien me hubiese dado esa contestación a mí, sólo habría conseguido despertar una vez más mi maldita curiosidad.

-¿Interés turístico?-sugerí sin demasiada confianza.- ¿Qué haces tú aquí?